sábado, 27 de abril de 2013

Principito

Cuando el misterio es demasiado impresionante no es posible desobedecer.

- Me gusta la caja que me has regalado porque de noche le servirá de casa.
- Seguramente. Y si eres amable te daré también una cuerda para atarlo durante el día. Y una estaca.
La proposición pareció disgustar al principito:
- ¿Atarlo? ¡Que idea tan rara!
- Pero si no lo atas se irá a cualquier parte y se perderá...
Mi amigo tuvo un estallido de risa:
- Pero ¿Adonde quieres que vaya?
- A cualquier parte. Derecho, siempre adelante
[...]
Y con un poco de melancolía, quizá, agregó:
- Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos...

Había, pues, semillas terribles en el planeta del principito. Eran las semillas de los baobabs. El suelo del planeta estaba infestado. Y si un baobab no se arranca a tiempo, ya no es posible desembarazarse de él. Invade todo el planeta. Lo perfora con sus raíces. Y si el planeta es demasiado pequeño y si los baobabs son demasiados numerosos, lo hacen estallar.

- Las espinas, ¿para que sirven?
- Las espinas no sirven para nada. Son pura maldad de las flores.
- ¡Oh!
Después de un silencio me largó, con cierto rencor.
- ¡No te creo! Las flores son débiles. Son ingenuas. Se defienden como pueden. Se creen terribles con sus espinas.
[...]
Hace millones de años que las flores fabrican espinas. Hace millones de años que los corderos comen igualmente flores. ¿Y no es serio intentar comprender por que las flores se esfuerzan tanto en fabricar espinas que no sirven nunca para nada? ¿No es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿Y no es importante que yo conozca una flor única en el mundo, que no existe en ninguna parte, salvo en mi planeta, y que un corderito puede aniquilar una mañana, así, de un solo golpe, sin darse cuenta de lo que hace?

- No debí haberla escuchado -me confió un día-; nunca hay que escuchar a las flores. hay que mirarlas y aspirar su aroma. La mía perfumaba mi planeta, pero yo no podía gozar con ello. La historia de las garras, que tanto me había fastidiado, debe de haberme enternecido...
No supe comprender nada entonces. Debí haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Me perfumaba y me iluminaba. ¡No debí haber huido jamas! Debí haber adivinado su ternura, detrás de sus pobres astucias. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.

- Adiós - dijo a la flor.
Pero la flor no le contestó.
- Adiós - repitió.
La flor tosió. Pero no por el resfriado.
- He sido tonta - le dijo por fin - Te pido perdón. Procura ser feliz.
[...]
- No te detengas más, es molesto. Has decidido partir. Vete. -
Pues no quería que la viese llorar. Era una flor tan orgullosa.

- Buenos días - dijo
Era un jardín florido de rosas.
- Buenos días - dijeron las rosas.
El principito las miró. Todas se parecían a su flor.
- ¿Quiénes sois?- les preguntó, estupefacto.
- Somos rosas - dijeron las rosas.
- ¡Ah! - dijo el principito.
Y se sintió muy desdichado. Su flor le había contado que era la única de su especie en el universo. Y he aquí que había cinco mil, todas semejantes, en un solo jardín.
[...]
El principito se fue a ver nuevamente a las rosas:
- No sois en absoluto parecidas a mi rosa; no sois nada aún - les dijo - Nadie os ha domesticado y no habéis domesticado a nadie: Sois como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo lo hice mi amigo y ahora es único en el mundo.
Y las rosas se sintieron bien molestas.
- Sois bellas, pero estais vacias - les dijo todavía - No se puede morir por vosotras. Sin duda que un transeúnte común creerá que mi rosa a se os parece. Pero ella sola es más importante que todas vosotras, puesto que es ella la rosa a quien he regado. Puesto que es ella la rosa a quien puse bajo un globo. Puesto que es ella la rosa a quien abrigué con el biombo. Puesto que es ella la rosa cuyas orugas maté (salvo las dos o tres que se hicieron mariposas). Puesto que es ella la rosa a quien escuché quejarse, o alabarse, o aún, algunas veces, callarse. Puesto que ella es mi rosa.
[...]
- Soy responsable de mi rosa... - repitió el principito, a fin de acordarse.




Como sus labios entreabiertos esbozaron una media sonrisa, me dije aún: "Lo que me emociona tanto en este principito dormido es su fidelidad por una flor, es la imagen de una rosa que resplandece en él como la llamada de una lámpara, aún cuando duerme... Y lo sentí más frágil todavía. Es necesario proteger a las lámparas : un golpe de viento puede apagarlas...

- Esta noche, hará un año. Mi estrella se encontrará exactamente sobre el lugar donde caí el año pasado...
- Hombrecito, ¿verdad que es un mal sueño esa historia de la serpiente, de la cita y de la estrella?
Pero no contestó a mi pregunta y dijo:
- No se ve lo que es importante...
- Seguramente...
[...]
- Es como con la flor. Si amas a una flor que se encuentra en una estrella, es agradable mirar el cielo por la noche. Todas las estrellas están florecidas.
- Seguramente.
- Por la noche mirarás las estrellas. No te puedo mostrar dónde se encuentra la mía, porque mi casa es muy pequeña. Será mejor así. Mi estrella será para ti una de las estrellas. Entonces te agradará mirar todas las estrellas... Todas serán tus amigas.
[...]
- Cuando mires al cielo, por la noche, como yo habitaré en una de ellas, como yo reiré en una de ellas, será para ti como si rieran todas las estrellas. ¡Tú tendrás estrellas que saben reir!.

- ¿Sabes?... mi flor... soy responsable. ¡Y es tan débil! ¡Y es tan ingenua! Tiene cuatro espinas insignificantes para protegerse contra el mundo....



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